Trabajemos por una ciudad que se proyecte al futuro sin destruir su pasado.
En el 2009 se realizó en San Juan un Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura (ELEA-2009). En la convocatoria se explicaba ¿por qué San Juan? diciendo:
“La acción devastadora de los sismos ha derribado casi hasta los últimos vestigios, el entorno físico de una historia de varios siglos, impidiéndonos tener en el presente su verdadera dimensión histórica. Esto ha significado un empobrecimiento social y cultural porque nada más anónimo y privado de personalidad que una ciudad que sólo muestra el rostro del presente. Donde de pronto el cemento, el hierro, el mosaico, los árboles, la gente nueva, las casas y los canales lo cubrieron todo. Y las viejas raíces quedaron abajo y las nuevas raíces surgieron arriba, sin posibilidades de encontrarse. No lo busques, que no lo encontrarás. No hay un monumento que recuerde a los 10.000 muertos, no hay un mural que refleje aquel grito aterrador, no hay estatuas que demuestren héroes de aquellos días, ni placas en edificios que recuerden que se construyeron sobre otros, hay un San Juan con raíces nuevas, con orgullo joven, con espíritu inaugural. Sí, hay una ciudad altiva, bases firmes, con cielos más cercanos. Pero hay también una memoria clausurada, una negación colectiva, un inmenso muro sin lamentos, una historia incompleta. Sí hay un San Juan portador de un mensaje espiritual pasado, pero su patrimonio urbano arquitectónico… ¿es testimonio de su tradición?”
Ballart nos diria: “el pasado nos provee de un marco de referencia para que reconozcamos el entorno y nos reconozcamos a nosotros mismos… El pasado es el ingrediente necesario al sentido de identidad, o lo que es lo mismo, a la sensación de pertenencia, gracias a que pone en evidencia el hilo ininterrumpido del paso del tiempo y la noción misma de continuidad. Este hilo llena la vida de vivencias porque une nuestros orígenes con nuestra identidad fluyente” y ese pasado no encuentra mejor forma de ser testimoniado que a través de la conservación de las huellas que va dejando: los edificios significativos, las calles, plazas, parques, monumentos, los paisajes característicos”. *
Mar del Plata no se encuentra en una región sísmica, sin embargo periódicamente sufre el cimbronazo que le imprimen aquellos que ven en ella sólo una oportunidad económica, viendo caer o deteriorarse los testimonios del pasado, los “anclajes de la memoria”.
Por eso, en estos jóvenes 138 años que cumple nuestra ciudad, lo mejor que podemos hacer por ella, por nosotros, por nuestros hijos, sus hijos, es redoblar el esfuerzo en protegerla, en proteger aquellos elementos que nos vinculan con nuestros antepasados y que nos vincularán con las generaciones futuras: su patrimonio histórico, arquitectónico y urbano.
Cristian J. Andreoli
* Josep Ballart. El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Barcelona, 1997.